Una profesora de universidad canadiense contó que había optado por un colegio catalán para su hijo ya que ella le hablaría en inglés, su marido en castellano y de este modo el niño podría aprender las tres lenguas equilibradamente. Sin embargo, después de un tiempo se dio cuenta que en el inglés de su hijo prevalecía el imperativo. Al considerar que su hijo necesitaba más apoyo en dicha lengua, del que ella de momento podía darle por sus responsabilidades profesionales, cambió de colegio.
Las personas, del entorno de un niño monolingüe, hablan la misma lengua, las diferencias de registros u otras variantes de los parientes, amigos, profesores o de dispositivos electrónicos solo se ayudarán mutuamente. Sin embargo, en el caso de varias lenguas, esta unidad se segmenta y además queda menos tiempo para cada una de ellas. Así puede ocurrir que dicho niño oía de su madre las instrucciones habituales antes o después de un día laboral, como, por ejemplo, “¡Vístete!” o ¡”Apaga la luz!” etc.
¿Cómo se puede evitar que sucedan situaciones parecidas? Por ejemplo, contando cuentos. Si la lectura es importante en el caso de niños monolingües, en el caso de plurilingües lo es todavía más. Se puede leerles incluso cuando ya tengan 8 o 9 años o más allá. Sobre todo, porque puede ocurrir que cuando ya saben leer en una lengua, les cueste en otra. En este caso es recomendable ofrecerles libros más simples para que los lean ellos y leerles paralelamente libros más sofisticados que entienden, pero los que ellos mismos podrían descodificar con cierta dificultad.
Pero contar no se puede solo de libros. Va muy bien crear rituales, por ejemplo, contar antes de irse a la cama los sucesos de todo el día. A lo mejor no solo lo que nos pasó, sino que de lo que fuimos testigos. Evidentemente se puede pedir ayuda también de la mitología griega o de las historias bíblicas. Estas historias estimulan a los niños no solo lingüísticamente, sino que les brindan apoyo para su desarrollo personal. Podemos incorporarles a los niños a la narración con preguntas sobre si se acuerdan de algún detalle más o sobre lo que ellos piensan.
Podemos contar el día en el papel de un peluche que facilita el alejamiento de los sucesos y sirve para hablar sobre conflictos. Se puede quedar con los asuntos reales, pero si a alguien le parece más cómodo puede recurrir al mundo de hadas y monstruos. O se puede contar variaciones sobre el mismo cuento con finales diferentes.
Se puede mirar películas en dispositivos electrónicos, pero en su caso faltará el afecto emocional que es un elemento fundamental del aprendizaje. Sin embargo, para compensar esta falta, después de la película podemos pedir a los niños que nos cuenten lo que han visto. O podemos elegir un personaje y preguntar su opinión sobre él.
Durante las vacaciones de verano surgen todavía más oportunidades para contar lo que nos ha pasado a amigos y parientes. Los niños suelen escuchar con atención las historias de los familiares tanto si tienen contacto con ellos en su día a día como si solo lo tienen en las grandes vacaciones.
Los cuentos existen desde que somos humanos. Durante el día todo el mundo corre detrás de sus quehaceres, pero al bajar el sol, los sucesos se convierten en historias. Aprovechémoslas con los niños plurilingües ya que ofrecen un apoyo estupendo para su desarrollo lingüístico.