Mantener la lengua materna en el extranjero es como seguir la vía de una montaña rusa. Además, los niños plurilingües viajan en varios trenes con diferentes carriles al mismo tiempo. Los trenes de sus diversas lenguas no suben la colina, avanzan en la meseta o bajan por la ladera a la misma velocidad y pueden repetir los altibajos.
Nos esforzamos muchísimo para apoyar a los niños que están todavía en el punto de partida, es decir, durante el primer período de silencio cuando van a empezar a hablar. No es difícil, ya que un bebé inconscientemente anima a todos para que le hablen continuamente. Y esto es acertado. Sin embargo, es menos correcto cuando no les infundimos el mismo coraje a los niños que vemos que están bajando por la pendiente e incluso se acercan peligrosamente al siguiente período de silencio en alguna de sus lenguas. Ya que los plurilingües no se vuelven inmunes contra esta fase y les puede ocurrir varias veces en su vida. Lo bueno es que eso no les pasa de un día al otro, sino que van bajando despacio y, apenas perceptiblemente cambian de un carril al otro, usando otra de sus lenguas.
Al principio ocurre solo alguna vez que no contesten, por ejemplo, en la lengua de origen y con el tiempo sea con más frecuencia. Familias plurilingües suelen utilizar varias lenguas en sus conversaciones y no llevan registro de con quién, cuándo y cuantas veces usan una u otra. Ni siquiera es extraño que no siempre recuerden en qué lengua vieron una película o leyeron un artículo.
Cuando los niños a menudo cambian el idioma al contestar, a algunos padres les surge la duda si les habrán entendido. Y, por si acaso les repiten lo mismo en otro idioma de la familia. Sin embargo, seguir duplicando cada vez la información es un método que requiere energía y tiempo, así que rápidamente pasan a otro de los idiomas familiares. Ya que con la prisa de los días cotidianos lo más importante es que te entiendan, por ejemplo, que al siguiente día irá a buscarlos otra persona al colegio o qué no deben hacer en la fiesta de cumpleaños de su amigo.
Por lo tanto, el vagón va bajando poco a poco, casi imperceptiblemente y puede dejar su carril si no pasa algo extraordinario, como ahora el confinamiento. Claro que fuera de la cuarentena hay otros métodos para conseguir una mejora como los que me escribieron muchos padres, por ejemplo, niños que aparentemente ya olvidaron su lengua de origen empezaron a hablar otra vez con la abuela que quedó atrapada en su casa, u otros que con tres frases de dictados diarios al acabar un mes se pusieron a escribir un diario.
Pueden dar soluciones otros cambios radicales, como ir de colonias a otro país o pasar un semestre estudiando allí, cuando el nivel de lengua de un niño empieza a bajar. No obstante, hay también métodos más suaves para cambiar la tendencia. Para esto ofrece ayuda el programa CFHP.
Es una época muy delicada. Los afectados prefieren no mencionarlo y confían en que se solucione por sí mismo. Seamos cautelosos cuando argumentamos que una u otra lengua del niño no es práctica por un motivo u otro. Si el niño ya ha hablado una lengua significa que ha trabajado mucho en ello, aunque ya no conteste y puede tener un notable conocimiento pasivo. Si les ayudamos a superar una tendencia negativa como ésta, lo agradecerá de adulto. En el caso de ser una lengua de origen, no es baladí poder utilizar la lengua materna de los padres con hijos adolescentes para que no solo se transmita la información sino también las emociones auténticas. Hay muchos más argumentos para defender la importancia de mantener la lengua de origen. Sin embargo, lo que hoy quiero destacar es que, si alguien se da cuenta de que su hijo está bajando por esta pendiente con una de sus lenguas, no debe asustarse, porque esto no tiene por qué ser definitivo y es normal que una cosa así le suceda a un niño plurilingüe. Lo menos normal es no pedir ayuda o apoyo y esperar a la siguiente cuarentena.