Nuestros hijos plurilingües seguro que se enfrentarán con esta situación y ya hay padres que se dirigen a mí para que les ayude en esta cuestión. La madre alemana de origen turco, o la bilingüe euskera-inglés no lo tienen fácil, viviendo en Barcelona, pero por lo menos en una de sus lenguas encuentran colegio para que sus hijos puedan tener apoyo también de parte del centro educativo. Sin embargo, la tarea se agranda en el caso de la madre húngara que viene de Eslovaquia a la que también le gustaría traspasar en la ciudad condal a sus hijos ambas lenguas ya que no hay escuela que imparta ninguno de sus idiomas.
Los plurilingües no muestran la misma carga emocional con todas sus lenguas y aunque hablen excelentemente varios idiomas, el vocabulario generalmente no coincide completamente entre uno y otro. Hay actividades cuya terminología conocen mejor en una lengua o el lenguaje infantil les sale mejor en otra. La madre alemana-turca por ejemplo optó por hablar con su hijo de bebé en turco y poco antes del parvulario iba introduciendo también el alemán para facilitar su integración. Ha sido importante hacerle ver que luego necesitará darle el apoyo en turco para equilibrar los inputs.
La madre vasca-inglesa me contó que en sus conversaciones familiares están acostumbrados a mezclar ambas lenguas y le cuesta concentrarse para evitar que entren palabras o expresiones de una u otra lengua. Es muy habitual sobre todo si el estatus de ambas lenguas es parecido en comunidades bilingües, no solo dentro de la familia. Evidentemente, este comportamiento no facilita el aprendizaje de lengua de los hijos, pero si existe apoyo de parte del colegio, en las clases se trabajarán en la separación de ambas. Es menos discriminativo si la mezcla es una característica general de una región entera que cuando solo lo es de un grupo de niños o si es el caso de un único alumno de la clase.
Sin embargo, no hace falta rendirse, aunque un progenitor no encuentre colegio en ninguna de sus lenguas, ni tampoco las de su pareja coincidan con una de ellas, es decir, que no podrán compartir la tarea entre ellos. Al principio si las condiciones se lo permiten, pueden buscar un cuidador del niño en uno de los idiomas para que juegue con él regularmente unas horas a la semana.
Asimismo, pueden introducir un muñequito o un peluche en dicha aventura familiar. Lo importante es que el osito, por ejemplo, no entienda más que una de estas lenguas. Se le puede cantar, hacer como si habláramos con él, mientras nos acompaña en los momentos cotidianos, sentado en la mesa del comedor o durmiendo en su cunita en la habitación del niño. Podemos poner una peli al osito en aquella lengua, ofreciendo al niño que lo acompañe. No olvidemos que los niños se fijan en todo y entienden mucho más de lo que pueden expresar verbalmente.
Es verdad que los padres bilingües parlanchines cuentan con una ventaja al traspasar lenguas ya que pueden hablar sobre todo sin esfuerzo. A los padres introvertidos les conviene buscar temas o actividades que los animen a expresarse. Aunque en una familia plurilingüe el tiempo que le corresponde a una lengua está limitado, trabajando con perseverancia y conscientemente es posible llegar a buenos resultados en todas.