Ni siquiera los niños plurilingües deciden siempre conscientemente qué lengua utilizar. Durante mis estudios en Budapest me dieron la tarea de estudiar el uso de lengua de mi compañera, una húngara de Eslovenia. Durante tres horas estuve pidiéndole que se dirigiera a mí en su dialecto, pero no fue posible. A mis preguntas de húngaro estándar solo podía contestar en el mismo registro. Al acabar el tiempo, su madre la llamó por teléfono, y al mismo instante cambió a su dialecto.
En un artículo anterior ya expliqué por qué es útil utilizar la lengua materna con el propio hijo, pero ¿qué hacer si no estamos en casa solo con él, sino que nos encontramos en otro ambiente lingüístico? Cambiar la lengua en estos casos no pone en peligro el aprendizaje del idioma común, sino que con este gesto más bien enseñamos generosidad y tolerancia hacia los demás. El niño sabe exactamente cual es la lengua que habitualmente utilizamos entre nosotros porque en el caso de varias lenguas distingue en qué lengua hablar con quién y cada lengua se llena con las emociones que representan la relación con aquella persona.
Debido a que el proceso de aprendizaje, en el caso de niños plurilingües, es dinámico, las lenguas preferidas entre personas pueden experimentar también cambios. Es decir, pueden cambiar su preferencia de lengua común con los parientes o hermanos a otra. Este cambio puede ser completo o segmentado por la temática, por ejemplo, para los asuntos escolares utilizará una lengua y para los de casa otra.
Por una parte, los niños plurilingües cambian de una lengua a otra en un instante si la situación lo requiere y deben dirigirse a dos personas de diferentes idiomas, pero, por otra parte, les cuesta cambiar la lengua habitual con una persona concreta. En el caso de un nuevo conocido primero tantean cuál sería la lengua común más conveniente. Esto suena muy democrático, sin embargo, puede ser la fuente de conflictos. Por ejemplo, cuando un nuevo alumno llega a la clase y encuentra unos alumnos que hablan su lengua de origen y el profesor les pide que utilicen otra lengua por ejemplo en la clase de matemáticas. La intención del profesor es buena porque quiere que aumente el nivel lingüístico de estos niños. Pero los niños posiblemente optarán por el idioma común para explicarse la tarea entre ellos. En este caso es recomendable utilizar la competencia traductora de los niños y pedir que el alumno que mejor domina lengua vehicular del colegio explique el resultado a la profesora ya que de este modo el que todavía está aprendiendo escuchará en su nueva lengua lo mismo que acaban de discutir en otra. Este método es muy útil sobre todo al principio y luego ya se podrá integrar al niño nuevo en un grupo de nativos con los que usará la lengua del colegio.
La parte emocional de una relación es esencial para todos los niños y por eso no es recomendable prohibir el uso de lengua común en el patio, por ejemplo, ni siquiera si esta lengua es diferente de lo que se usa en el colegio. En cambio, va bien si en actividades extraescolares recibe oportunidades de crear relaciones con niños con otra lengua materna y allí no le quedará otra posibilidad que elegir la nueva lengua como idioma común.
Y no olvidemos que a los niños les encanta la picardía y los plurilingües tienen todavía más medios para practicarla. A veces solo para fastidiar cambian de una lengua a la otra o no utilizan aquella que en una situación concreta sería la más conveniente.